viernes, 19 de noviembre de 2010

"DÉJENNOS TRANQUILOS..."


06.06.2010 FERNANDO VILLEGAS
Publicado en Reportajes de La Tercera, 6 de junio de 2010


El fundamento es este: no se fastidia a quien hace bien su pega. El problema es que la educación chilena no produce masivamente escolares bien educados y hasta de excelencia; si así fuera, no se debiera mover ni un escritorio ni a ninguno de sus ocupantes.
Un dirigente de los funcionarios del Ministerio de Educación ha dicho esta semana, bien fuerte para que lo oyeran el ministro y el gobierno: "Déjennos tranquilos". Al parecer a ese personero le molesta que el actual gobierno, intruso que ocupa indebidamente La Moneda, pues era concesión vitalicia de la Concertación y sus huestes, venga y pretenda manejar los ministerios como si fueran de su incumbencia. O tal vez su estentóreo llamado sólo significa que este señor desea que lo dejen a él tranquilo, en paz, disfrutando su posición gremial, para lo cual es de rigor que rechace de viva voz, en nombre de sus bases, los despidos que eventualmente se produzcan o se hayan producido. Sin embargo, es probable que, además de un poderoso instinto de supervivencia, opere en él esa peculiar lógica corporativa según la cual CADA funcionario jamás llegado al sector público es ABSOLUTAMENTE indispensable y sus partidas, incluyendo la del ascensorista, dañan a la nación.
Si se deseara esa lógica es preciso, primero, aceptar sus fundamentos. Y el fundamento o incluso mandamiento es este: no se fastidia a quien hace bien su pega. Por lo tanto, si en educación se hiciera bien la pega, lo que exige este dirigente sería muy atendible: dejarlos tranquilos. El problema es que la educación chilena no produce masivamente escolares bien educados y hasta de excelencia; sólo en ese caso no se debiera mover ni un escritorio ni a ninguno de sus ocupantes. Si eso sucediera, yo mismo me sumaría a la queja y tal vez hasta quemaría un neumático en apoyo de los batallones de expertos que hacen aterrizar papers en los escritorios de sus colegas. Y también pediría que se dejara tranquilos a los operadores puestos allí a cumplir funciones pedagógicas con el presupuesto y los recursos de la cartera. Los profesores son un caso especial: hay que dejarlos tranquilos ahora mismo y a todo evento. Es cierto que menos de la tercera parte cumple con los mínimos que se exigen en Uganda, pero si están intranquilos es posible que aun ese nivel se deteriore. Por favor, déjenlos en paz.

De Lógica Proposicional, estudiada en mis años de universidad, ya no recuerdo mucho, pero la lógica del dirigente no requiere estudios frescos para entenderla. En esta lógica con nada de proposicional y mucho de político-laboral el fundamento y axioma no-negociable es el siguiente: quienes han llegado a un cargo público, no importa cómo, son dueños de sus pegas. Así de simple. Por lo mismo, la suma total de esos funcionarios constituyen, según esa lógica, ni más ni menos que la ciudadanía de una república burocrática independiente. Sucede en educación, en salud, en Codelco, en todas partes. El Estado chileno es apenas algo más que la Federación de Estados Burocráticos Independientes de Sudamérica. Son repúblicas que gozan de una red social envidiable: si algunos de sus ciudadanos son inútiles, perezosos, incompetentes y a veces hasta atornillan al revés, no importa: siguen siendo "servidores públicos" y nada ni nadie tiene derecho ni a evaluarlos ni a despedirlos. O habrá movilizaciones.
Se puede entender ese modo de pensar cuando descendemos al nivel del individuo, donde la lógica imperante ni siquiera es política, sino, aun más brutalmente, la de la supervivencia y/o la mera y vulgar conveniencia. Y nada más conveniente que un cargo público. Los salarios no son tan malos, el ritmo de trabajo es relajado, las leyes laborales se cumplen y puede uno esperar jubilarse tranquilamente a los 65 años e irse para la casa con un galvano; nada de reciclarse, reinventarse, ponerse la camiseta, sufrir angustias, soportar a los "ejecutivos", ser productivo y, en fin, todas las demás fastidiosas

accidentalidades y fugacidades del área privada. ¿Quién no lucharía por conservar su vida en un santuario a salvo de todo eso? Jamás reprocharía a un servidor público por plantearse de esa manera.
Sin embargo, de los dirigentes gremiales y políticos, quienes están presuntamente uno o dos niveles por encima del hombre de la calle, se esperaría otra cosa, una mirada algo más elevada que la de la conveniencia sectorial y/o el rencor político y/o el deseo de torpedear al gobierno a todo evento para regresar en patota en cuatro años más. Se esperaría de ellos, -qué candoroso puede ser uno- que a la vista del cataclismo educacional estuvieran dispuestos a que se tomen medidas que puedan implicar recortes del personal excesivo o incompetente. Se esperaría que pensaran primero en el país y sus jóvenes antes que en sus pegas y sus pensiones. Si dicho ejercicio de honestidad y patriotismo se realizara, otro gallo le cantaría a Chile. Y para celebrar dicho ejercicio no es necesario "hacerse piñerista"; sin duda este gobierno comete o cometerá su propia cuota de errores y nadie puede pretender que traen soluciones probadas en la mano. Lo que se necesita es simplemente mirar derechamente y con buena voluntad los problemas, despejar las X como se debe y actuar en consecuencia. Y eso significa que nadie puede quedarse o puede ser dejado "tranquilo". Menos que nada en educación.

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